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SILVRETTA – ALPES (AUSTRIA-SUIZA)

Desde hace unos meses un pequeño grupo de la SEA Peñalara baraja la posibilidad de aprovechar la Semana Santa de 2010 para hacer una clásica de las clásicas del esquí de travesía, la Silvretta en la frontera entre los Alpes austríacos y suizos.

Al final, entre altas y bajas de última hora, volamos hasta Zurich un grupo de nueve personas, Ignacio Fermín y Mari Carmen, Virginia y Miriam López, Elisa Barrasa, Luis Martínez, Antonio Cuesta, Ignacio Castillo y Pablo Parrón. Tenemos por delante toda una semana para disfrutar de la mejor nieve virgen de los Alpes y es tal la ilusión que de un chispazo se evaporan los sinsabores del día a día.

Salimos de Madrid a las 8,30 h. y llegamos al aeropuerto de Zurich un par de horas más tarde, donde nos espera un taxi para llevarnos a la localidad austríaca de Ischgl por el “módico” precio de 650 euritos.  Son 224 kilómetros en los que empleamos unas tres horas y media, incluida parada para comer un bocata y comprobar que en esta tierra ponen pepino hasta en la leche.  Por aquí mucha gente no entiende más que alemán, incluido nuestro taxista con el que casi hablamos mediante gestos. Como no hemos reservado alojamiento para la primera noche pedimos al taxista que nos pare en la primera oficina de turismo que encontramos al entrar en el valle, en Kappl, en la que un empleado eficiente y voluntarioso nos gestiona la reserva del apartamento más barato que encuentra, casi cincuenta euros por persona, eso sí, en el centro de Ischgl y a escasos trescientos metros del punto de partida de nuestra travesía, la estación de esquí de Ischgl.

A pesar de no haber tenido mucha suerte en lo que al tiempo se refiere, nieve, viento y niebla han sido la tónica general de la mayoría de las jornadas, hemos logrado completar la práctica totalidad del recorrido de la Silvretta y hacer los picos más importantes. Los que han faltado y las infinitas posibilidades para el esquí de travesía que hemos podido comprobar tiene la zona, ya me hacen pensar en un futuro retorno por aquí. Al final hemos acumulado unos cuatro mil metros de desnivel positivo y unos cinco mil de desnivel negativo, repartidos en siete jornadas que bien podrían haber sido menos. Tras nuestra primera noche en Ischgl, el 3 de abril nos levantamos tranquilamente, desayunamos  y hacemos las últimas compras de pan y embutido antes de sacar el forfait de las 11,30 h. (más barato). 

Ischgl, ¡comienza la travesía!

La primera etapa sale de la parte más alta de la estación, el Palinkopf (2864 m.), donde comienza la travesía para dirigirnos al Heidelberger Hütte. Aprovechamos para esquiar un par de horas por las pistas y así acostumbrarnos al mochilote que al final llevamos todos. Aunque prácticamente llevamos lo indispensable, entre arnés, saco sábana, tres cordinos de 30 m. y 7 mm. para un grupo de ocho personas, chanclas para los refugios, pala, sonda…, al final el peso siempre es considerable. Al principio cuesta pero después del primer día ni te acuerdas de lo que llevas a la espalda.

Desde el Palinkopf bajamos por la pista que, hacia el sur, nos lleva hasta Gampenalpe desviándonos hacia el paso del Zeblasjoch. Nada más salirnos de la pista tomamos contacto con el tomo de nieve virgen que nos espera a lo largo de toda la travesía, y tras un corto descenso ponemos por primera vez las pieles para subir a la Fourcla de Val Gronda (2752 m.), un amplio collado que da acceso al Heidelberger Hütte. Desde la Fourcla vale la pena subir al Piz da Val Gronda (2812 m.), situado a la derecha, una corta subida que nos brindará la primera buena bajada de la travesía. Desde la Fourcla seguimos descendiendo por el Valle de Fimbertal hasta el Heidelberger Hütte (2264 m.), siempre con tendencia a la izquierda en caso de duda.  El Heidelberger Hütte resulta ser un hotel en medio de los Alpes. Hemos reservado previamente por internet en todos los refugios pero tampoco nos da la sensación de que haya mucho problema de alojamiento. Como somos un buen grupo ocupamos una habitación para nosotros solos y en el refugio no falta de nada, incluso hay duchas con agua caliente por dos euros. A la entrada del refugio encontramos, como en todos los posteriores, una sala para dejar los esquís y bastones, las pieles secando y los botines y carcasas en unos tubos calefactados, todo un lujo al que no estamos acostumbrados.


La segunda etapa transcurre entre el Heidelberger Hütte y el Jamtal Hütte (2165 m.), atravesando hacia el sur el Valle de Aua Naira hasta el paso del Kronenjoch (2980 m.), que da acceso al Valle Suizo de Urschai y al Jamtal Hütte. El día amanece totalmente nublado y nevando, no ha parado en toda la noche y la huella que había el día anterior ya es historia. Salimos del refugio a las 9,00 h. y somos los primeros junto a un guía italiano con tres clientes. GPS en mano avanzamos por el valle dejando una zanja de veinte centímetros de profundidad mientras nos turnamos cada cien zancadas para abrir huella. El itinerario sigue la zona baja del valle menos expuesta a los aludes. El efecto conjunto de la niebla y la nieve provoca una total falta de visión sobre el relieve y en un par de ocasiones alguno cae en los hoyos formados por ventisqueros convirtiéndose en una croqueta de nieve.


Algún hito gigante entre la nieve indica los cambios de rumbo hasta que en una confluencia de valles secundarios torcemos hacia la derecha para iniciar una pendiente pronunciada en la que hay que trazar buenas zetas hasta el Glaciar de Fenga y el Kronenjoch (2974 m.). El viento en el collado es tremendo y renunciamos a subir al Breite Krone (3079 m.) para iniciar el descenso por el Valle de Breites Wasser. Tras un primer tramo más empinado el terreno se suaviza, el fuerte viento desaparece y disfrutamos un inolvidable descenso por nieve virgen hasta el Jamtal Hütte (2165 m.).

El Jamtal Hütte cuenta con puertas de apertura automática, una columna de hielo generada con un chorro de agua para jugar con los piolets, un rocódromo interior muy interesante (te dejan pies de gato por una pequeña fianza que luego te devuelven), duchas, y todos los servicios que podamos imaginar. Como en todos los refugios de la travesía, está todo muy bien organizado y asignan una mesa a cada grupo donde tienes tu pequeño espacio para tomar unas cervezas con los compañeros y comentar las anécdotas del día, normalmente los revolcones del descenso, cenar y desayunar. Como nos acostamos sobre las diez y nos levantamos sobre las seis o siete, dormimos como lirones y al comenzar la tercera jornada estamos en buena condición física aunque entre algunos ya empiezan a aparecer las ampollas de rigor.

Al Jamtal Hütte se puede acceder también directamente desde la localidad de Galtür y ofrece posibilidades para quedarse haciendo ascensiones varios días, pero el itinerario que nos hemos marcado nos lleva hoy hasta el Wiesbadener Hütte (2443 m.). El tiempo tampoco acompaña hoy y el viento y las nubes son la tónica general. Salimos de los últimos hacia el paso del Ochsen Scharte (2970 m.) aunque vamos ligeros y continuamente pasamos pequeños grupos que hoy han abierto huella. Aunque este tramo de la travesía ofrece buenas opciones para ascender picos el viento desaconseja cualquier actividad por crestas y tenemos que renunciar a subir al Dreiländer Spitze (3197 m.), sin que por ello disfrutemos menos de otra intensa jornada de esquí de travesía. Tras quitar pieles en el Ochsen Scharte, igual que en la jornada anterior, tenemos que salir disparados para abajo huyendo del viento. Un largo valle bien cargado de nieve nos lleva hasta el Wiesbadener Hütte, otro hotelito con todos los detalles para pasar una buena noche y reponernos con los buenos menús que estamos encontrando en todas partes, más que decentes para refugios de montaña. Las partidas al mentiroso con los dados ya son parte de la actividad cotidiana en las largas tardes que pasamos en los refugios puesto que las etapas no son especialmente largas (como media sobre las 13,00 h. terminamos de esquiar cada día). Parece increíble que podamos pasarlo tan bien sin internet, ni el DVD, ni la consola, ni la TDT…, joder que sencillas son las cosas buenas…


La cuarta etapa es para nosotros la más esperada de la travesía porque asciende al imponente Piz Buin (3312 m.), el más emblemático y alto del macizo. Pero por esperada tendrá que esperar porque el día amanece también con un vientazo que quita el hipo y una densa niebla justo desde el refugio y decidimos bajar al Silvrettasee, un lago de grandes dimensiones que es vaciado en invierno y recorrido por un barco turístico en verano. Al pie del lago se encuentra el Madlenerhaus, otro refugio de la red del DAV, más cercano a la civilización y por ello aún mejor dotado y con mejores precios. Habitaciones para cuatro personas con lavabo, sala de televisión, buena cocina… La bajada hasta el refugio está balizada pero acumula el desnivel al principio y luego se convierte en una buena remada hasta el lago y luego por el mismo lago, unos dos o tres kilómetros de longitud, en los que se va cogiendo el gustillo a la técnica del esquí de fondo. El viento nos da por la espalda y disfrutamos el largo descenso-remada por un valle plagado de corredores y buenas palas de nieve a ambos lados hasta una gran presa de hormigón detrás de la cual está el refugio. También hay un remonte de esquí aislado pero perteneciente a la estación de Wirl (punto final de la travesía), un hotel, restaurantes y tienda de souvenirs. Es media mañana y nos hacemos unos sándwiches para acompañar las bebidas que nos sirven en el bar del refugio y coger fuerza para afrontar la subida de vuelta al Wiesbadener Hütte.

La subida resulta ser toda una odisea luchando contra la fuerza del viento que nos pega de frente, los zuecos que se nos forman en las pieles, pieles que no pegan, gritos para entendernos y al fin llegar más que satisfechos del esfuerzo realizado al refugio. En fin, una buena jornada que en principio imaginamos como una jornada prácticamente de descanso forzado por la meteo.

La previsión para el día siguiente es buena, aunque ya no nos fiamos demasiado. El día amanece totalmente despejado, con buena temperatura y sin pizca de viento. El panorama es espectacular y tampoco salimos de los primeros. Desde el Refugio Wiesbadener progresamos en dirección Sur hacia el visible glaciar que tenemos enfrente, el Glaciar de Vermunt. Por encima está el Glaciar de Ochsentaler donde no pararemos de tomar fotografías. Afilados dientes de hielo sobresalen por encima de la nieve y muros de hielo nos deslumbran con el reflejo del sol. Poco a poco va surgiendo la silueta del Piz Buin, una pirámide abombada que no tiene aspecto de ser fácil por ningún lado.  A la derecha dejamos las paredes del Silvrettahorn y por un gran circo nos acercamos a la Buinlücke, una brecha que separa el gran Piz Buin del pequeño Piz Buin. Aunque en principio la estampa echa para atrás nos animamos al ver que un grupito seguido de otro más numeroso con varios guías ya han comenzado a abrir la huella por la empinada ladera del Piz Buin. Pinchamos los esquís en la nieve y nos ponemos arnés, crampones y cordinos a la espalda. Piolet en mano progresamos por la escalera en que ha quedado convertida la pendiente (40-45 grados), hasta un pequeño diedro oculto en el que los guías han fijado una cuerda. Unos metros de entretenido mixto fácil, II+ bastante inclinado, en el que se escala utilizando las manos hasta una travesía muy bonita hacia la izquierda detrás de la que aparece un corredor encajonado de unos 10-15 metros y 50 grados. El corredor nos deja en las pendientes cimeras, terreno abierto que ya se hace andando. En menos de diez minutos estamos en la cima, con espectaculares vistas de todo el macizo. Una foto rápida y bajamos a la carrera al mismo tiempo que el grupo de los guías para poder aprovechar los dos tramos de cuerda que han fijado en los puntos delicados. Llegamos por delante y en un periquete estamos de vuelta a los esquís con la sonrisa de oreja a oreja. Aunque la escalada no es difícil, con huella hecha es todo bastante más sencillo. Puede ser necesario el uso de la cuerda y para bajar puede ser más seguro hacer entre uno y dos rápeles, según condiciones.


Ha valido la pena y ahora queda una buena bajada hasta el Silvrettahütte (2341 m.). Pero antes hay que atravesar el circo y subir un corto tramo muy empinado que pondrá a prueba toda nuestra habilidad trazando las zetas y aguantando la limitada sujeción de las pieles hasta la Fourcla du Confin (3043 m.), frontera con Suiza. Desde aquí se puede seguir hacia el noroeste intentando no perder altura hasta el Silvretta Pass (3001 m.), o tirarse hacia la izquierda por donde mejor nos parezca y bajar unos doscientos metros de desnivel hasta el fondo, donde volvemos a poner las pieles y subimos por una suave pendiente hasta el Silvretta Pass. Sin duda la mejor decisión del día. La mejor nieve virgen que encontramos, los giros se encadenan solos trazando líneas de postal pero no da tiempo a soñar… literalmente en dos minutos se acaba la juerga. Desde el Silvretta Pass la vista es alucinante y las probabilidades de encontrar nieve virgen de la buena son muy altas en este valle suizo. En la bajada hasta el Silvrettahütte (2341 m.) dejamos a la derecha el paso de la Rote Furka (2688 m.), por el que mañana tendremos que regresar a Austria. Conviene fijarse por si la niebla hace acto de presencia a la vuelta. Tras una espléndida bajada llegamos al Silvrettahütte, un refugio en el más puro sentido de la palabra, enclavado en un paraje de excepción.


El Silvrettahütte es un refugio precioso, pequeño en comparación con los anteriores, y muy acogedor. Los baños son más que aceptables, aunque no hay duchas, y tiene dos pequeños salones en los que sería estupendo poder quedarse algunos días fumando en pipa y flipando con el paisaje que se deja entrever por las ventanas empañadas al lado de la chimenea… Las mesas y sillas harían las delicias del ebanista más sibarita y el carácter cerrado pero amable de los guardas invita a la reflexión sobre el grado de felicidad o nirvana o como quiera llamarse que puede alcanzarse viviendo en un sitio como este. El refugio tiene capacidad para 75 personas y por primera vez en la travesía compartimos habitación con otros grupos.

La predicción para nuestro sexto y última día de Silvretta no es nada halagüeña y con el mal tiempo aquí no fallan, así que el día amanece totalmente nublado y con escasa visibilidad. La ruta parte del refugio en dirección Norte, retrocediendo el camino de ayer, hasta tener a nuestra izquierda la fuerte pendiente que lleva al Collado de la Rote Furka (2688 m.), y de vuelta a territorio austríaco. A la salida del refugio hay instalado un control de ARVA para verificar que llevamos en perfecto estado de funcionamiento el aparatito que esperamos no tener que usar pero que no debe faltar, a modo de recordatorio del delicado terreno por el que nos movemos. En unos veinte minutos estamos al pie de la Rote Furka, donde lo inclinado del terreno y la evidente propensión a los aludes, aconsejan cambiar tablas y bastones por crampones y piolet. Lo más prudente y habitual es subir con los esquís a la espalda por el lado izquierdo del amplio corredor que lleva al collado. Con una inclinación media de unos 40 grados y algún trocito con algo de roca, se superan rápidamente los doscientos metros de desnivel sin más problema que la constante atención al estado de la gran cantidad de nieve acumulada. La niebla está muy cerrada y el GPS vuelve a ser indispensable para seguir el tramo que nos queda desde la Rote Furka hasta el Madlenerhütte, donde pasaremos la noche antes de bajar a la estación de esquí de Wirl, punto final del recorrido. El avance se hace algo pesado pues el desnivel no es mucho para los ocho o diez kilómetros que el GPS marca hasta el refugio y la mayoría se concentra al principio pero después de un par de horas avanzando entre la niebla llegamos al comienzo del Silvretta Stausee, el lago en el que ya estuvimos hace dos días cuando bajamos del Wiesbadener Hütte, cerca ya del refugio. Aunque desde aquí se podría bajar directamente hasta el valle para volver a Ischgl, primero por la pista del remonte aislado que encontraremos y luego por la pista de esquí de fondo, preferimos quedarnos para dormir tranquilamente y mañana levantarnos temprano, bajar a Wirl y coger directamente el taxi que nos lleva al aeropuerto de Zurich en unas cuatro horas con tiempo suficiente para el avión de vuelta a Madrid.


Datos prácticos:

¿Cómo llegar a Ischgl?

Aunque es un viaje largo se puede ir por carretera pero en esta ocasión preferimos pagar un billete Madrid-Zurich, donde nos recoge un taxi previamente contratado para llevarnos a Ischgl. Unas dos horas de avión y otras cuatro hasta Ischgl. El avión entre 150 y 300 euros, según la antelación de la reserva. El taxi, una furgoneta para nueve personas, sale por 650 euros. También se puede coger un tren hasta Landek y luego un autobús hasta Ischgl. Una vez en el valle el autobús entre Kappl y Wirl es gratuito pero hay que pagar el billete a o desde Landek.

Contratamos el taxi en la empresa Taxi Juen pero dejo la dirección de otra más:

     - www.taxi-juen.at
     - www.alpentaxi.at

Dificultad: En lo que al esquí se refiere la dificultad será la que queramos darle según las cimas que queramos o podamos hacer pero para la travesía en sí cualquiera que se maneje mínimamente fuera de pista disfrutará de buenas bajadas, en general poco pronunciadas.

La ascensión al Piz Buin no es difícil pero tampoco la regalan, pendientes de cincuenta grados, un diedrito mixto (II+) para el que no está de más llevar algún cordino y un corredor de nieve encajonado algo más inclinado. Hay varios seguros fijos para asegurar y puede ser necesario rapelar algún tramo a la bajada, según condiciones. Nosotros lo encontramos con una cuerda fija que acababan de colocar unos guías para subir a los clientes, así que sin ningún problema.

Desniveles:

- Palinkof - Heidelberg Hütte: +360, -960
- Heidelberg Hütte – Jamtal Hütte: +700, -800
- Jamtal Hütte – Weisbadener Hütte: +799, -519  
- Weisbadener Hütte – Madlenerhaus – Weisbadener Hut: +420, -420
- Weisbadener Hütte – Piz Buin – Silvretta Hütte: +872, -971  
- Silvretta Hütte – Madlener Hütte: +359, -680  
- Madlener Hütte – Wirl: +120, -400- TOTAL: +3630, -4750

Horarios: En general las jornadas oscilan entre las cuatro y las seis horas, sin contar posibles cimas. Con levantarse sobre los seis o las siete, según la hora del desayuno en cada refugio, y salir antes de las nueve es suficiente para llegar sobrados de tiempo a cada refugio, descansar, disfrutar del paisaje o hacer alguna pequeña excursión por los alrededores.

Material: piolet, crampones, arva, pala, sonda. El casco es aconsejable pero siempre habrá quien no lo considere necesario. Un cordino de 30 metros como mínimo para cada tres. Nosotros llevamos pala los chicos y sonda las chicas. Un bastón de recambio por cada tres personas. Igual para las pieles. La cinta americana hace milagros, en esta ocasión nos sirvió para sujetar una patilla rota en unas gafas de sol, y es sencillo llevar un buen trozo enrollado en cualquier bastón. Para los refugios lo mejor es llevar unas chanclas cómodas. En mochilas de 30-40 litros, a reventar, pudimos meter todo lo necesario.

Precios: para hacerse una idea de los precios en marzo de 2010, ahí van algunas referencias:

- Cerveza 0,5 l. en Jamtalhütte: 3,80 €.
- Cerveza 0,3 l. en Jamtalhütte: 2,80 €.
- Cerveza 0,5 l. en Wiesbadener Hütte: 3,70 €.
- Coca Cola 0,5 l. en Wiesbadener Hütte: 3,70 €.
- Coca Cola 0,5 l. en Madlenerhaus: 3,20 €.
- Cerveza 0,3 l. en Madlenerhaus: 2,60 €.
- Media pensión en Jamtalhütte (cena, dormir y desayuno): 44,00 €.
- Media pensión en Wiesbadener Hütte (cena, dormir y desayuno): 36,80 €.
- Media pensión en Silvretta Hütte (cena, dormir y desayuno): 24,80 €.
- Media Pensión en Madlenerhaus (cena, dormir y desayuno): 34,50 €.
- Apartamento en Ischgl para 7 personas/una noche, reservado directamente a la llegada en la Oficina de Turismo de Kappl: 350 €.
- Taxi desde el aeropuerto de Zurich hasta Ischgl para 9 personas: 650 €.
- Forfait en la estación de esquí de Ischgl: 43,50 €, 35,50 € a partir de las 11,30 h. y 21,50 € a partir de las 14,00 h.
- Forfait en la estación de esquí de Kappl: 36,50 €

Más información:

- Desnivel nº 128, abril 1997. Pág. 53.

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