Una de las
mayores concentraciones de vías de escalada clásica en la Península Ibérica
podemos encontrarla en el Congost de Montrebei, donde el río Noguera
Ribagorzana, separa las imponentes Pared de Aragón y Pared de Cataluña,
marcando la frontera natural entre ambos territorios, y forma uno de los
espacios naturales más bonitos que podamos imaginar. El amplio elenco de
actividades que pueden realizarse en la zona abarca desde la contemplación de
aves, el senderismo o el piragüismo más relajado hasta la espeleología, el
descenso de barrancos, el parapente y, por supuesto, la escalada.
Como la longitud
y el alto grado de compromiso que exigen las paredes más espectaculares no nos
convencen para estos días en que además de escalar venimos con un grupo amplio
de amigos a recorrer las espectaculares pasarelas construidas hace algunos años
para atravesar el Congost sin necesidad de recurrir a las barcas, optamos por
escalar una cresta que ha devenido en pocos años en una clásica de la zona,
tanto por su equipamiento y grado amable, como por la indiscutible calidad de
varios de sus largos. La cresta fue abierta en octubre de 2003 por Juan Urquiza
y Joaquín Olmo, quienes lograron un recorrido estético y variado, altamente
recomendable.
Como en la
mayoría de las crestas, los sube y baja son continuos, con varios rápels,
tramos en los que habrá que tener cierta intuición y pasos en los que un buen
manejo de las cuerdas hará que no nos eternicemos. Por lo demás, decimos que es
una cresta amable porque admite sortear las mayores dificultades que
encontraremos en el primer largo, porque está equipada, lo que no quita que sea
aconsejable llevar algún friend y fisurero para el caso de que nos embarquemos
o para reducir la distancia entre seguros en algún punto, y porque las
posibilidades de escape son varias, con lo que el compromiso no es
especialmente elevado.
Desde el
Albergue de Montfalcó sale una senda clara que indica un tiempo de quince
minutos hasta la Ermita
de Santa Quiteria y San Bonifacio, que por sí misma merece una visita por su
bella arquitectura románica del siglo XI. Una vez en la Ermita debemos caminar por
la cresta en dirección al embalse de Canelles hasta dar con los puntos azules
que marcan el sendero hasta el inicio de la escalada. El camino desciende hacia
la izquierda, dejando la cresta siempre a nuestra derecha. Se trata de una
aproximación muy bonita, la mayoría del tiempo en descenso y equipada con
sirgas y cadenas en los puntos más inclinados. La abundancia de madroños le da
un colorido especial, sobre todo si vamos en la época de fructificación, a
partir de final del otoño, en que podremos sustituir las barritas energéticas
por los innumerables frutos maduros que tendremos al alcance de la mano.
Aproximadamente
hacia la mitad de la aproximación el camino comienza a ascender y enseguida
encontraremos el Paso del Coscorrón, en el que es mejor desprenderse de la
mochila para atravesar un estrecho hueco. Un poco más adelante el camino pasa al
lado de la séptima reunión de la cresta, justo donde comienza la escalada del
largo más bonito del itinerario, una afilada arista muy estética, posible punto
pues para un abandono en caso de necesidad. Seguimos descendiendo hasta el
final y el camino cruza la cresta pasando al lado sur, desde donde enseguida
veremos los parabolts del diedro por el que discurre el primer largo. Es
posible evitar este diedro, que es con diferencia lo más difícil de la cresta,
ascendiendo por terreno sencillo desde el lado opuesto, es decir, antes de
pasar al lado sur. La aproximación nos llevará una hora larga.
El primer largo
(6a) está protegido con nueve parabolts y un clavo antes de llegar a la
reunión. Son 40 metros
de quinto grado sostenido por excelente roca rojiza y negra en los que lo más
difícil se encuentra en la parte superior, donde desploma ligeramente y la roca
nos expulsa hacia la derecha sin piedad. En los metros más difíciles es posible
intercalar algún friend pequeño entre los seguros fijos para asegurar mejor, o
si lo necesitamos para trampear el paso, recordando siempre que la longitud de
la vía no aconseja entretenerse demasiado. Cuando lleguemos sudando a la
reunión veremos lo fácil que puede ser ascender hasta aquí por la vertiente
norte, aunque es un largo muy recomendable y que dará envergadura a nuestra
escalada.
Los siguientes
cuatro largos (IV) pueden hacerse en ensamble pues no son complicados,
predominando pasos de III con algún tramo puntual algo más difícil. Hay pocos
seguros, en consonancia con la dificultad, pero suficientes para seguir el
recorrido, que poco a poco va cogiendo altura y ofrece vistas espléndidas del
embalse y el estrechamiento del Congost con los paredones que lo escoltan.
Llegados a la
quinta reunión comienza el tramo más bonito de la escalada, con tres agujas
sucesivas, de dificultad asumible y escalada placentera, en el para la mayoría
ya será imperativo volver asegurar y olvidarse del ensamble. El sexto largo
(IV+) rodea por la izquierda la Aguja Teresa
(IV) y continúa ascendiendo hasta la punta de la Aguja Isabela (IV+), desde la
que tenemos que hacer un rápel de 6 metros hasta el collado que la separa de la Aguja María. Son 35 metros de entretenida
escalada.
El séptimo largo
(V) nos lleva en 15 metros
a la punta de la Aguja María,
donde encontraremos otro rápel, esta vez de 10 metros, para bajar al
colladito por el que, como ya vimos, pasa el camino de aproximación (punto azul
a la vista), y empieza el que probablemente sea el largo más bonito de la
cresta.
El octavo largo
(V) es francamente bonito. Se trata de una afilada arista protegida con
parabolts, en la que según nuestro grado quizá prefiramos colocar algún seguro
intermedio. La adherencia es perfecta y el patio a nuestra derecha una gozada
para los que disfrutamos en las alturas. Los primeros metros, a pesar de lo
fiero que parece, son de IV grado, hasta un resalte en la parte superior en el
que la arista se empina y encontramos bien protegido el paso de V. Llegando al
final, aunque impresione, lo mejor es dar el paso por la derecha, donde
encontraremos una buena repisita para los pies. Unos metros fáciles y llegamos
a la reunión (50 metros).
Comenzamos la
parte menos evidente de la cresta, en la que sin ser difícil habrá que estar
atentos para seguir el camino correcto. El noveno largo (IV) empieza por un fácil
muro vertical, tras el cual hay que dar un paso de decisión para pasar a la
cresta de la izquierda (aéreo pero sencillo). Seguimos ascendiendo por esta
nueva vertiente de la cresta hasta llegar a la reunión, equipada para rapelar (35 metros). Iniciamos un
bonito rápel entre dos grandes paredes con un par de bloques gigantes
empotrados. Si lo hacemos en una sola tirada son unos 40 metros y habrá que
tener cuidado al recuperar las cuerdas para que no queden enganchadas. Si lo
preferimos, a unos 10
metros por debajo de la reunión-rápel, encontraremos una
segunda instalación desde la que podemos hacer otro rápel de 30 metros que seguro no
nos dará problema para recuperar las cuerdas.
Desde esta gran
grieta en la que estamos metidos iniciamos el décimo largo (IV), protegido con
dos parabolts. Se trata de un IV durillo sino estamos acostumbrados a la
técnica de oposición, con un pie en la pared de la izquierda y el otro haciendo
oposición con la rodilla flexionada en la pared de la derecha. En todo caso,
son pasos muy bonitos y algo atléticos, y nada más salir de la chimenea vemos
la reunión (10 metros)
en la que podemos parar o chapar y proseguir con el largo once (IV+), un bonito
filo que en 40 metros
nos lleva a la reunión.
El decimosegundo
largo (IV+) sigue por el filo y en 45 metros nos lleva a la cima de la Aguja Madonna, donde hay otra
reunión-rápel. Aseguramos al compañero y un nuevo rápel de 15 metros nos deja en un
colladito. El tiempo se nos ha echado encima y en estas fechas, noviembre, a
las seis de la tarde ya es prácticamente noche cerrada. Como no vemos nada lo
más prudente es abandonar ante la alternativa de una fría noche sin venir
preparados. Afortunadamente, en el collado vemos una instalación de rápel que
nos viene como anillo al dedo y tiramos nuestras cuerdas de 60 metros sin certeza
ninguna de lo que vamos a encontrar mientras sacamos los frontales que por
suerte sí llevamos. Tras 50
metros de descenso la luz del frontal me deja ver un
parabolt con un maillon desde el que podríamos seguir bajando, y unos cinco
metros por debajo, otro parabolt con una pequeña cadena de tres eslabones y un
anillo de acero, en la que me detengo para que baje mi compañera. Pero cuando
estamos recuperando las cuerdas y llevamos ya recogidos unos 15 metros, se enganchan y
es imposible seguir recuperando. Con los 15 metros que hemos
podido recuperar fijamos la cuerda con un maillon y rapelamos en simple con tan
buena fortuna que llegamos hasta un metro antes del suelo, un pequeño saltito
que nos da la seguridad de que ya no vamos a dormir colgados y a la intemperie.
Abandonamos las cuerdas y a la luz de los frontales, sin los cuales hubiera
sido imposible regresar, volvemos al Albergue de Montfalcó. Dos días después,
con la ayuda de nuestros amigos del Club Peñalara, Rafa Doménech y Paco
Briones, volvemos a la cresta para recuperar las cuerdas, no sin esfuerzo, y
terminar la faena.
Realmente, desde
el rapel de la Aguja Madonna,
sólo quedan dos largos sencillos, con algún paso puntual de IV. Pero también,
entre estos dos largos, hay un rápel de 6 metros y otro de 15 metros, lo que lleva
su tiempo, además de la posterior trepada que nos lleva directos hasta la Ermita de Santa Quiteria y
San Bonifacio, y en 10 minutos más de vuelta al Albergue de Montfalcó.
Actividad realizada
por Beatriz Peña y Pablo Parrón, el 10 de noviembre de 2017, y por Paco
Briones, Rafa Doménech y Pablo Parrón, el 12 de noviembre de 2017.
Datos prácticos:
Acceso: el
punto de partida es el Albergue de Montfalcó, al que se accede desde Huesca
pasando por las poblaciones de Barbastro, Benabarre y finalmente Viacamp. Desde
Viacamp sale una pista hacia la izquierda, bien señalizada y apta para
cualquier vehículo, que tras 15 polvorientos kilómetros nos deja en el Albergue.
Queremos agradecer a los responsables del Albergue la ayuda prestada para
recuperar nuestras cuerdas y en general la buenísima atención recibida.
Desde el Albergue un camino señalizado nos lleva
en 15 minutos hasta la Ermita
de Santa Quiteria y San Bonifacio. La senda sigue, señalizada con puntos azules
y cadenas en los pasos más comprometidos, y en una hora larga más nos deja en
el inicio de la cresta. La vuelta es muy agradecida porque la escalada acaba
muy cerca de la Ermita.
Dificultad: lo más duro está en el
primer largo (6a), aunque puede evitarse. Hay varios largos con pasos de V
aunque en la escalada predomina en general el IV. La longitud de la cresta
aconseja emprenderla con tiempo suficiente. No se trata de una cresta expuesta
ya que se puede abandonar en varios puntos, en alguno, como se indica en el
texto, simplemente andando, y en otros mediante algún rápel hacia el camino de
aproximación. Además el itinerario es fácil de seguir, aunque requiere cierta
atención en el tramo que viene después de la preciosa arista afilada del octavo
largo. El rápel que encontramos al bajar de la Aguja Madonna (que utilizamos para abandonar cuando se nos hizo de noche), es muy delicado
para recuperar las cuerdas por lo que es aconsejable utilizarlo sólo sino queda
otro remedio.
Longitud: 600 metros de escalada,
con seis rápels y un tramo de trepada de medio kilómetro desde el final de las
dificultades hasta la Ermita
de Santa Quiteria y San Bonifacio.
Horarios: para la cresta prever un
mínimo de 4 horas, si vamos muy rápido y localizamos todos los pasos a la
primera. Para la mayoría es mejor calcular un mínimo de 6 horas, sin contar con
la aproximación, que nos llevará 1,30 h. más o menos.
Material: la cresta está bien equipada
con parabolts y varios clavos. La mayoría de las reuniones cuentan con dos
parabolts sin argolla, salvo las que también se usan para rapelar, que cuentan
con cadena y maillon. Es aconsejable llevar algún friend pequeño y varios
fisureros por si se nos atraganta el primer largo o queremos reducir la
distancia entre seguros.