Desde hace tiempo las temporadas
venían sucediéndose de la misma manera, marcadas de forma irremediable, por el
girar de los astros y su influencia en el clima. Poco se podía hacer cuando la
nieve se iba de los montes más altos y estabas en una buena forma y con una
motivación alta para seguir esquiando.
Lo mismo ocurría cuando llegaba el invierno y había que atrasar hasta la
primavera los encadenes y proyectos roqueros pendientes. Desde siempre ha sido
así y esperemos que esto no cambie, por mucho que los hombres nos empeñemos en
tentar la suerte.
Este verano algo en nuestro
interior nos decía que teníamos que escalar mucho antes de que llegara agosto,
ya que el verano para nosotros duraría
menos. Numerosos viajes por la
Península en busca de hermosas vías de escalada se
sucedieron, hasta que tomamos rumbo al hemisferio sur para romper con la lógica
de las estaciones.
De cómo aparecimos rodeados de
nieve y cambiamos de los sofocantes calores de Madrid al más duro invierno chileno,
es mejor no entrar en los oscuros detalles que nos brindó la compañía aérea. Pese
a los citados, nos vimos en poco tiempo abriendo huella camino de un precioso
cono volcánico, que de vez en cuando expulsaba una fumarola a modo de
recibimiento y reclamo. Y nosotros que somos chicos fáciles, entramos en el
juego dejando a un lado todos los planes de ser prudentes, de empezar poco a
poco, de ir en progresión ya que es un viaje largo… Animados por el buen tiempo y lo exótico de
estar foqueando en agosto vamos ganando
altura a buen ritmo. Adelantamos algunos
grupos de raqueteros y esquiadores que aprovechan la comodidad de la próxima
estación de esquí para quitarse parte de la cuesta. Como nosotros vamos ya
calientes desde abajo seguimos imprimiendo ritmo para subir al cráter de
nuestro primer volcán andino. Pero el Villarrica, con fama de ser fácil y el
más ascendido de la zona, nos tenía preparada una buena sorpresa para bajarnos
los humos y quitarnos el bravío de recién llegados. En poco tiempo las nubes
nos envuelven y los vientos enloquecidos de esta parte del planeta nos azotan
con fiereza y hacen que el final de la ascensión y la llegada al cráter nos
suponga un gran esfuerzo. Hacer cumbre sabemos que hicimos, porque no había más
pendiente y un filo y un abismo indicaban entre la espesa niebla que aquello
había llegado a su fin. De vez en cuando, las ráfagas de viento te traían una
fumarratá del interior de la tierra que unidas a lo desagradable de la
meteorología te invitaban a salir de la zona cuanto antes. Y tras las fotos de
rigor y charlar brevemente con dos suizos con los que compartimos el final de
la ascensión salimos lo más rápido posible hacia abajo con una visibilidad
pésima. Perdemos altura rápidamente, primero con los crampones y más tarde con
las tablas, vamos encontrando primero un pequeño grupo que continua y más tarde
otros con guías que no están dispuestos a asumir el riesgo de la ascensión y se
dan la vuelta. Llegamos a las
instalaciones de la estación de esquí donde el tiempo es más aceptable y uno
puede relajarse y meditar sobre la primera actividad realizada. En mi interior
pienso que como todo lo que hagamos sea con estas condiciones, va a ser un
viaje muy duro.
Parque de acceso al Volcán Villarrica |
Los días de borrasca los
empleamos en viajar por la
Panamericana a otros objetivos y a la señal de buen tiempo
nos lanzamos a la ascensión de joyas
cónicas. Nunca podría imaginar durante las clases de Don Gregorio y eso que mi
imaginación solía volar muy alto, que viviría tan de cerca lo que era un volcán.
En el Lonquimay con una visibilidad bien
buena, pudimos admirar la fuerza y efectos de la lava en el paisaje, nada que
ver con los dibujos en el cuaderno que el bueno de Don Gregorio nos mandaba
hacer. Foqueando poco a poco va apareciendo ante nosotros el cráter Navidad, una
pequeña formación subsidiaria del Lonquimay que entró en erupción el día de
Navidad de 1988 y que vertió su fluido durante trece meses. El gran manto de
lava que expulsó cubierto por las nieves invernales parece un agrietado glaciar
y llama mi atención poderosamente mientras se suceden un sinfín de zetas. La
ascensión la hacemos en solitario, pero a lo lejos vemos dos puntitos que suben y que
nos sacan gran distancia. Al llegar al labio, nos llevamos todos una grata sorpresa. Es raro encontrar gente en estos parajes,
pero volver a coincidir con los dos suizos del Villarrica fue toda una sorpresa.
En esta ocasión todos nos deleitamos de la altura y las vistas sobre los
volcanes que nos rodean, unos hechos, otros por hacer y algunos que apuntamos
para futuros viajes. Como el tiempo es bueno y
vamos sin prisa, hay quien se decide incluso a esquiar por la hoya del
cráter, que aparece totalmente cubierto por la nieve. Hoy disfrutamos todos en
las alturas y la bajada con buena visibilidad es una verdadera gozada. Al menos para nosotros acostumbrados a las
duras nieves del Guadarrama. Otra cosa es lo que opinan los suizos verdaderos
sibaritas de la nieve, que gozan de óptimas condiciones durante largas
temporadas y para los que esta nieve es solamente regular.
Parque de acceso al Volcán Lonquimay |
Las araucarias son los árboles
más típicos de estas regiones volcánicas y están presentes en todas las
ascensiones que vamos realizando. Ocupan los estratos altos del bosque, primero
mezclándose con otras especies y luego como únicos ejemplares en alturas
superiores. Esquiar entre ellas es toda una sensación cuando uno se acerca al
coche después de una larga jornada de travesía. Cuando aparecen nos indica que
el descenso llega a su fin y según haya sido la jornada los sentimientos pueden
ir desde la alegría por la proximidad del descanso, a la pena por dejar de
encadenar giros y más giros. Esto último nos ocurrió en el Llaima, el más
activo de los volcanes ascendidos en el viaje. Durante la estancia y ascenso a
este nuestro último volcán, pudimos sentir las fuerzas de la naturaleza; e
imaginar lo que puede ser cuando se desatan esas fuerzas de manera más
violenta. Durante una de las noches esperando a poder subir al Llaima vivimos
un pequeño temblor de tierra, que según los habitantes de Cherquenco es de lo más
normal. Lo que para esta gente habituada a perder parte de sus posesiones por
los temblores y erupciones no tiene importancia, para nosotros fue todo un
acontecimiento. El Llaima ha estado prohibido, por las autoridades que
gestionan el Parque Nacional de Conguillío, ya que es considerado unos de los
volcanes más peligrosos de América, la última erupción importante ocurrió en el
2008 y hubo que evacuar a un número importante de personas. Todo esto, unido a
la traducción del mapuche que dice que Llaima significa venas de sangre, nos
decide a hacer una ascensión a esta ventana al interior de la tierra. El Llaima
es sin duda la guinda del viaje, no sólo por su actividad volcánica, también
por la belleza de sus formas y por situarse en medio de otros volcanes que le
rodean y hacen que las vistas sean fabulosas. Aquí a ninguno se nos ocurre
esquiar hacia su cráter, ya que desde mitad de pendiente podemos observar
fumarolas que salen de franjas rocosas a mitad de subida y al llegar arriba las
botas se notan calientes por efecto de la actividad del volcán. El cráter aparece entre el humo y se observa
una furiosa agitación en su interior. A lo lejos distinguimos, hacia el norte
el Lonquimay, el Sierra Nevada con sus caprichosas formas, y el Tolhuaca que se quedó pendiente. Al este el señor de
estas tierras, el Lanín, situado mitad en Chile, mitad en Argentina y la cordillera que a modo
de espina dorsal separa estos países. Al sur, el Villarrica y el Quetrupillán.
Arriba de este volcán sintiendo el poder del interior de la tierra bajo tus
botas y observando tanta maravilla, los pensamientos vuelan y recordamos a los
compañer@s con los que solemos hacer actividad y no pudieron acompañarnos en
estas magnificas y exóticas travesías.
Parque de acceso al Volcán Llaima |
Para terminar es justo recordar
que estos magníficos paisajes deben seguir vírgenes y alejados de la acción del
hombre. Chile es un país en crecimiento y debe de poder conjugar ese
crecimiento con la protección de sus
parajes naturales. Esperemos que las mentes dirigentes comprendan que una
Patagonia sin represas y unos bien cuidados entornos naturales son parte de un
progreso sostenible y más duradero.
Datos prácticos:
La ciudad de referencia es
Temuco, 677 kilómetros al sur de Santiago de Chile, o bien Valdivia, 162 kilómetros
más al sur, ambas con aeropuerto. Para los volcanes situados más al sur la
población principal es Osorno. Es muy recomendable la opción de volar a San
Carlos de Bariloche, en Argentina y atravesar los Andes por cualquiera de los
pasos fronterizos más o menos cercanos, siempre que los encontremos abiertos.
Los pasos del Cardenal Samoré y Pino Hachado son los únicos asfaltados y los primeros en abrirse después de las
nevadas. Los pasos fronterizos de Icalma, Carirriñe, y Mamuil Malal son de
ripio y es fácil que estén cerrados en invierno, siendo este último el más
utilizado, con unas vistas estupendas del Volcán Lanín.
La mejor guía de carreteras de
Chile la publica Copesa Editorial, S.A.
con el título “Chiletur Copec 2010, La guía para conocer Chile. Rutas de
Chile”) y se puede comprar en algunos quioscos y estaciones de servicio.
Para llegar al punto de partida
de las excursiones puede utilizarse la red de autobuses y contratar taxis para
el acceso a la estaciones de esquí, aunque es preferible alquilar un vehículo.
Si alquilamos en Argentina nos tendrán que dar la documentación para pasar a
Chile. Cualquier vehículo nos servirá pero un 4x4 multiplicará las
probabilidades de éxito de cada actividad. En todo caso es imprescindible
llevar cadenas, que seguro usaremos con frecuencia.
Para dormir puede arrendarse
cualquiera de las innumerables cabañas que existen por todo Chile, normalmente
unos 10000 pesos chilenos (16 euros) por persona y noche. Además no faltan
hoteles de todas las categorías en ciudades como Pucón, que tiene fama de ser
el centro de turismo mejor dotado de toda Sudamérica. La guía de Chile de
Lonely Planet es un buen compañero de viaje. En Pucón recomendamos ¡École!, un proyecto de ecoturismo en el
que encontraremos un agradable hogar para pasar las frías noches chilenas, con
restaurante vegetariano y la compañía de Hernán, experto conocedor de la
cultura mapuche y otras etnias, así como de la geografía y vegetación del país,
siempre dispuesto a darnos buena conversación, igual que el resto del personal.
Hernán ha participado en la publicación de la obra “”Chile’s Frontier Forests:
conserving a global treasure”, un detallado estudio del pasado, presente y
futuro de los bosques chilenos. En Cherquenco recomendamos Cabañas El Medina, dos kilómetros antes de
llegar a Cherquenco desde Vilcún, regentadas por los incansables Emilio,
italiano, y su compañera Ferida, de origen tunecino, que nos sorprenderá con
una pequeña tienda-museo de artesanía árabe y recuerdos de su pasado como
traductora, entre otros personajes de Gadafi, el controvertido Presidente de
Libia. Este establecimiento está incluido en la Ruta Gastronómica Araucanía
Andina y Ferida también nos sorprenderá con su exquisita cocina internacional.
Las cabañas están equipadas con todo lo que podamos desear y se sitúan en un
entorno envidiable a los pies del Volcán Llaima. La noche estrellada en este
lugar es de las más bonitas y frías que recuerdo.
En Chile son muy frecuentes los
seísmos de hasta 6 grados y no será raro que si permanecemos varios días
percibamos algún temblor. El Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile lleva un registro sismológico actualizado con todos los movimientos
reportados muy detallado.
Entre temblores y actividad volcánica los habitantes de chile emplean buena
parte de su tiempo y esfuerzo reparando los daños de una naturaleza salvaje.
En agosto de 2010 un euro
equivalía a unos 620 pesos chilenos y los precios son en general muy similares
a los que los que encontramos en Europa.
VOLCÁN VILLARRICA (2847 m.):
Acceso: desde la localidad de Pucón
tomamos la carretera en dirección Villarrica y en algo menos de un kilómetro
veremos un desvío a la izquierda hacia la Estación de Esquí de Pucón, en las
faldas del Volcán Villarrica. Son unos quince kilómetros hasta la estación, los
cinco primeros asfaltados, hasta un restaurante y tiendas de artesanía mapuche,
y el puesto de la CONAF, y el resto camino de ripio.
Itinerario: para la ruta normal de la
cara norte, desde la estación hay que subir recto, o bien por la pista de esquí
verde que empieza en el aparcamiento, hasta la cafetería intermedia y luego,
con tendencia hacia la izquierda, siguiendo el recorrido del remonte número 5
hasta el final de la estación. Más a la izquierda veremos restos de algún
antiguo remonte, hoy abandonado al haber quedado destruido por la actividad del
volcán, lo que obligó a desplazar toda la estación hasta su emplazamiento
actual. Con buena visibilidad pasaremos por las amplias palas que separan dos
barreras rocosas conocidas como Piedra Negra (a nuestra izquierda) y Piedra
Blanca (a nuestra derecha) y seguiremos al camino más evidente hacia la cima.
En los últimos metros la pendiente empina bastante y normalmente será necesario
subir con crampones hasta los labios del humeante cráter, espectacular y muy
molesto si el viento nos arropa con los vapores tóxicos del azufre. Para el
descenso se sigue aproximadamente el mismo itinerario de subida por pendientes
mantenidas y con buena nieve muy divertidas. Al llegar a la estación, es
posible atravesar algunas hondonadas formadas por la actividad del volcán que
nos llevan por un bosque muy bonito hasta el aparcamiento.
Dificultad: el ascenso es sencillo y la
pendiente no supera en general los 30º, salvo la parte final, que puede
alcanzar los 35º. La bajada es divertida y en condiciones normales no presenta
gran exposición en caso de caída. Nosotros el primer tramo lo bajamos con los
esquís a la espalda porque el fuerte viento y frío forman penachos de hielo
difíciles de esquiar.
Desnivel: 1592 metros de desnivel para
una distancia de 5,5 kilómetros desde el parking de la estación hasta la cima.
La estación de esquí está a 1250 m. Si utilizamos los remontes podemos
ahorrarnos 600 metros de desnivel.
Horarios: entre subida y bajada unas
seis horas. Si utilizamos los remontes unas cuatro horas.
Material: aunque no es preciso más que
el material de esquí (incluidos arva, pala y sonda) y los crampones (para la
parte final), puede ser conveniente llevar algún cordino y arnés para convencer
a los guardas de la CONAF de que no necesitamos la ayuda de un guía. En
cualquier caso, en invierno, la caseta de los guardas suele estar vacía.
Más información:
- Chile-Argentina. Guía de esquí-andinismo, de Frédéric Lena, pág. 212.
- Los Andes – Una guía para escaladores, de John Biggar, pág. 234.
VOLCÁN LONQUIMAY (2865 m.):
Acceso: la localidad más cercana es
Malalcahuello, al pie de la Reserva Nacional Malalcahuello-Nalcas, situada
entre dos poblaciones más conocidas, Curacautín (al oeste) y Lonquimay (al
este). Desde Malalcahuello partimos en dirección Lonquimay y a unos cinco
kilómetros veremos el desvío hacia la izquierda a la Estación de Esquí de Corralco. Desde el
desvío tenemos todavía unos ocho kilómetros de camino de ripio. Es probable que
encontremos a los Carabineros de Chile en varios puntos del camino siempre
dispuestos a indicarnos las condiciones de la carretera hasta el aparcamiento
de la pequeña estación.
Itinerario: para la ruta normal de la
cara sureste, desde el aparcamiento de la estación de esquí ascendemos con
precaución por las pistas hasta el punto más alto de los remontes desde donde
giramos ligeramente hacia la derecha, dirección norte-noroeste para seguir por
pendientes poco inclinadas hasta el comienzo de la gran pala sureste. Desde el
final de los remontes podemos ver a nuestra derecha el cráter del Volcán
Navidad, que surgió el día de Navidad de 1988 como consecuencia de la actividad
volcánica de la zona. Una vez situados en la pala sureste no queda más que
trazar todas las zetas que podamos hasta que las condiciones aconsejen ponerse
los crampones, en nuestro caso unos quinientos metros antes de la cumbre.
Las vistas desde
la cima son fascinantes, al norte el Volcán Tolhuaca y al sur, sucesivamente,
los volcanes Sierra Nevada, Llaima y más lejos el Villarrica y al suroeste el
Lanín. Además el cráter del Lonquimay es muy grande y aparece totalmente
cubierto de nieve con lo que es posible descender esquiando hasta el mismo
centro.
El descenso se
hace también por la pala sureste, aunque hay otras posibilidades como el
descenso extremo por la cara suroeste, hasta la estación de esquí y el
aparcamiento. El Lonquimay tiene reputación de contar con la mejor nieve virgen
de Chile y a decir verdad, salvo la nieve más dura de las rampas iniciales,
disfrutamos de un descenso de libro.
Dificultad: el ascenso es fácil y no
encontraremos pendientes de más de 35º. Si se quiere esquiar hasta el fondo del
cráter puede encontrarse terreno fácil. La bajada no es expuesta con buena
nieve.
Desnivel: 1250 metros de desnivel para
una distancia de casi 5 kilómetros desde el parking de la estación hasta la
cima. La estación de esquí está a 1600 m. Si utilizamos los remontes podemos
ahorrarnos 300 metros de desnivel.
Horarios: entre subida y bajada unas
cinco horas, y una hora menos si utilizamos los remontes. En general es una
ascensión muy agradecida, y más aún el descenso.
Material: material de esquí, incluidos
arva, pala y sonda, y crampones por si hacen falta en la parte final
(recordemos que ascendemos por el sur, el equivalente a las caras norte en el
hemisferio norte).
Más información:
- Chile-Argentina. Guía de esquí-andinismo, de Frédéric Lena, pág. 202.
- Los Andes – Una guía para escaladores, de John Biggar, pág. 231.
VOLCÁN LLAIMA (3125 m.):
Acceso: la localidad de Cherquenco se
alcanza tomando la salida a Cajón en la R5 (Panamericana), cerca de Temuco.
Desde la Panamericana tenemos unos cincuenta kilómetros de buena carretera que
pasa por Vilcún hasta Cherquenco, donde podemos encontrar alojamiento.
Cherquenco es una pequeña localidad en la que hace mucho frío y desde la que se
ve claramente la imponente silueta del Volcán Llaima. La vista del cielo
estrellado del hemisferio sur en la noche de Cherquenco es inolvidable. Al
salir de Cherquenco la carretera de asfalto se convierte en ripio durante los
últimos 15 kilómetros y pasa por los puentes del Rio Llao Llao 1, 2 y 3 hasta
el Centro de Esquí Las Araucarias, Sector Los Paraguas. Hay que desechar el
desvío a la derecha hacia el Refugio Llaima.
En el Centro de
Esquí hay un par de hoteles y dos refugios con servicio de pernocta en los que
necesitaremos el saco de dormir. Cuando llegamos, después de tres días de
tormenta, encontramos todos los edificios cerrados y invadidos por la nieve,
incluso por dentro. Para abrir la estación durante el fin de semana una máquina quitanieves intenta despejar el camino
con lo que tenemos el Llaima para nosotros solos. A juzgar por el acceso y la ausencia
de grandes aparcamientos, incluso en los momentos más álgidos del
funcionamiento de los remontes, el centro de esquí es un remanso de paz en
medio de un territorio salvaje.
Itinerario: comenzamos la ascensión en
el Centro de Esquí Las Araucarias siguiendo la línea de remontes hasta el punto más alto. Desde aquí tenemos
justo en frente la cara oeste del Llaima y un gran plateau, de casi tres
kilómetros, que debemos atravesar en dirección este-sureste describiendo una
curva por la falda del volcán hasta alcanzar el cono para ascender por su
vertiente suroeste. Desde bastante abajo tenemos que avanzar con los crampones
por la presencia de peligrosas placas de hielo que hacen el ascenso con los
esquís bastante delicado, aunque todo dependerá de las condiciones de la nieve.
La pendiente en este tramo final se acerca a los 40º.
La llegada a la
cima nos brinda uno de los paisajes más increíbles en una montaña. Llaima
significa en lengua mapuche “venas de sangre” y mantiene una actividad eruptiva
muy significada, la última vez en 2008, con dos erupciones muy violentas
espaciadas sólo seis meses, lo que prohibió su escalada durante un tiempo por
motivos de seguridad.
Aunque desde el
principio de la ascensión se divisan las fumarolas del volcán resulta
impresionante la visión de las grietas del cráter en las que se mezclan nieve,
rocas volcánicas y fumarolas de humo mientras sentimos el calor de la tierra
atravesando las botas plásticas. A pesar del frío, la ausencia de viento nos
permite disfrutar unos minutos de esta maravilla de la naturaleza y tirar las
fotos de rigor.
El descenso se
hace por el mismo itinerario hasta el comienzo del plateau. Sin ser difícil,
las condiciones del terreno, totalmente helado, hacen especialmente expuestos
los primeros giros en los que una caída puede ser difícil de parar hasta el
final del cono volcánico, bastantes metros con alguna grieta y pequeños
resaltes en los que hacerse daño. Sólo al final del cono empezamos a disfrutar
la bajada pues en la parte final la exposición desaparece y la calidad de la
nieve mejora notablemente. Es una pena porque no conviene seguir enlazando
giros hasta el plateau y es preferible hacer una diagonal hacia la derecha para
atravesar la larga meseta sin tener que poner las pieles y remando lo
indispensable hasta el centro de esquí en el que encontramos una última bajada
por nieve virgen y completamos una jornada indispensable en un viaje por el sur
de Chile.
Dificultad: la subida exige algo de
atención al atravesar el plateau por la posible presencia de grietas y sobre
todo en la parte final, donde la pendiente se agudiza y la presencia de hielo
duro es más que probable. Indispensables los crampones. La bajada es expuesta
al principio porque con hielo la caída podría ser muy larga por lo que no hay
que dudar en bajar los metros necesarios con crampones.
Desnivel: 1700 metros de desnivel para
una distancia de más de 7 kilómetros desde el parking de la estación hasta la
cima. La estación de esquí está a 1450 m. Si utilizamos los remontes podemos
ahorrarnos 400 metros de desnivel. Es sin duda la ascensión más exigente de las
descritas en este artículo.
Horarios: para la subida contar con 5
horas. La bajada la resolvemos, si se nos da bien atravesar el plateau, en poco
menos de una hora. Todo sin contar con el tiempo que con toda probabilidad
estaremos flipando en la cima.
Material: material de esquí, incluidos
arva, pala y sonda. Los crampones serán necesarios casi seguro en la parte
final, y a veces bastante antes.
Más información:
- Chile-Argentina. Guía de esquí-andinismo, de Frédéric Lena, pág. 210.
- Los Andes – Una guía para escaladores, de John Biggar, pág. 232.
OTRAS PROPUESTAS:
Volcán Tolhuaca (2806 m.):
Su nombre en
mapuche significa cabeza de vaca. Está en las proximidades de la Laguna Blanca, cerca
de la población de Curacautín y según donde podamos dejar el coche su ascensión
puede ser una gran aventura. Es un
bonito volcán con unas vistas increíbles hacia el Lonquimay con una
aproximación por bosque y una última parte en la que hay que prestar atención
ya que iremos por roca.
Volcán Lanín (3776 m.):
Es el gigante de
la selección y se le divisa casi desde cualquier altura de la zona. Para el
Lanín hay que planear bien la ascensión y asegurar buenas condiciones
climatológicas. Lo normal es hacerlo en dos jornadas y dormir en alguno de los
refugios existentes, que carecen de toda comodidad. Está en la frontera con
Argentina y su vía normal parte de este país. Los vientos suelen azotar este
pico y la nieve no siempre es de calidad. Algunas agencias ofertan subir en un
día hasta el Pan Dulce a unos 2300 m., en lo que es un paseo mucho más suave y
lúdico.
Volcán Puyehue (2236 m.):
La subida se
hace perfectamente en un día, pero con buen pronóstico podemos pasar noche en
el refugio no guardado. Esta cerca del Casablanca y pueden ser un buen objetivo
para los que no quieran moverse mucho o no tengan coche.
Casablanca (1990 m.):
Las vistas sobre
el Osorno y el Puntiagudo son soberbias y su ascensión desde la estación de
esquí es fácil y relajada.
Volcán Osorno (2662 m.):
Otro clásico que
se hace en el día y del que partiremos de estación de esquí que nos facilita la
aproximación. Es el volcán más al sur que hemos seleccionado y tiene buenas
vistas sobre el Tronador, el Calbuco, y los dos volcanes anteriores.
Artículo publicado en la Revista Peñalara nº 534, IV trimestre 2010, pág. 194 y ss.
Artículo publicado en la Revista Peñalara nº 534, IV trimestre 2010, pág. 194 y ss.