El Mogote de los
Suicidas llama la atención desde la
Pradera de Navajuelos, en una de las zonas más hermosas de la
inigualable formación granítica de La Pedriza. El atractivo de una cima que sólo se alcanza
escalando y se desciende con un rápel clásico como ninguno y tremendamente
estético, una situación privilegiada y una aproximación que pone a prueba los
cuádriceps, conjuga todos los factores que nos parecen óptimos para una buena
jornada de escalada en un suave día de invierno.
Aunque visto
desde la Pared
de Santillana el risco presenta la forma clara de una virgen, la denominación
más habitual como Mogote de los Suicidas parece provenir de las palabras de
Julita Zabala cuando, en uno de los primeros intentos y tras esperar toda la
noche el descenso de los peñalaros José Luis Agosti (herido en una pierna) y
Baldomero Sol, dando por hecho que no volverían al risco les oyó decirle que
volverían a intentarlo el siguiente domingo. Julia les respondió que eran unos
suicidas y que debía ser el risco de los suicidas.
Como el parking
de Cantocochino está repleto tenemos que aparcar en el parking de Machacaderas,
desde donde salimos andando para coger la autopista de la Pedriza. Según el
ritmo, contar con entre dos y tres horas para hacer la aproximación al risco. Caminamos
en dirección al Refugio Giner y luego, pasando junto al Tolmo, hasta el Collado
de la Dehesilla,
donde giramos a la izquierda por un entretenido camino que nos obligará a hacer
alguna pirueta entre los bloques. Tras el tramo más empinado llegamos a la
increíble Pradera de Navajuelos y finalmente al Mogote de los Suicidas, sólo 5
minutos antes que la cercana Pared de Santillana. Hay otras posibilidades para
llegar a la pared, como la que pasa por Cancho Amarillo pero la indicada es la
más evidente para no perderse por el laberinto granítico de la Pedriza, opción que
tampoco desmerece… es una aproximación muy bonita y recomendable también como
ruta de senderismo. Para ir por Cancho Amarillo, a unos quinientos metros del
Tolmo hay que tomar un camino a la izquierda (hay que ir atentos para
localizarlo), que pasa entre las Buitreras (a la izquierda) y el Hueso (a la
derecha) sigue empinado hasta pasar al lado de Cancho Amarillo y desemboca en la Pradera de Navajuelos.
Tardamos dos
horas y a media mañana iniciamos la escalada con un tiempo fresco pero muy
agradable para la época del año. Por encima de unos bloques divisamos los
primeros parabolts de la vía. Son dos bastante juntos a los que sigue una
grieta vertical en la que hay un clavo para proteger el paso clave del primer
largo (6b). Son dos pasos de adherencia fina hasta alcanzar unas hermosas setas
en las que la dificultad decrece rápidamente. También se puede colocar un
estribo en el clavo para dar el paso en artificial. Seguimos por las setas en
escalada agradecida y pasamos de largo una reunión opcional para enfrentarnos a
otro paso delicado (6a) con tendencia a la derecha y hacia la base del mogote,
en el que encontramos la reunión.
El segundo largo
(V, A1+) abandona la cara sur para rodear el mogote hacia la izquierda hasta
localizar la sucesión de buriles por los que progresaremos hasta la cima.
Aunque se puede proteger con algún friend mediano hay que tener en cuenta que
luego tirará la cuerda más de lo normal. La dificultad de este tramo es V
sencillito. También es posible utilizar una vieja reunión, vieja de verdad,
para afrontar el artificial recto. El que sea un poco alto, desde el mismo
suelo podrá alcanzar casi hasta el segundo buril, para colocar los estribos y
montarse en el mogote. Necesitaremos fisureros pequeños para estrangular el
cable en los buriles o, mucho mejor, alguna chapa recuperable. El segundo buril
tiene una chapa recuperable muy oxidada. Quedan otros dos buriles sin chapa,
fáciles de alcanzar y un quinto buril, donde el mogote ya se tiende, que sólo
alcanzaremos desde el tramo más alto de los estribos. Seguimos los últimos
metros en adherencia fácil (IV) hasta la pintoresca instalación de rapel que
antaño se usaba, una barra de hierro hendida en la roca, a la que luego se
añadieron unos espits unidos con cables y que presentan un aspecto espantoso, y
finalmente, la actual instalación, dos parabolts con argolla, desde los que
afrontar con tranquilidad el impresionante y estético rápel de la cara norte.
Son 30 metros
hasta el suelo.
Las vistas desde
la cima bien merecen unos minutos para la contemplación más pausada y tratar de
localizar los numerosos riscos que surgen acá y allá, la cara sur de la Pared de Santillana, que se
nos antoja tumbada pese a conocer bien su verticalidad, y a lo lejos las
Cabezas de Hierro y la Bola
del Mundo con una ligera capa de nieve en la que este invierno los dos deseamos
poder esquiar tan abajo como los rigores de la estación nos permitan.
11 de enero de 2014. Luis Martínez y Pablo Parrón.
Datos prácticos:
Dificultad: 6b (V+/A0), V/A1+.
Longitud: 60 metros aprox.
Horarios: entre dos y tres horas hasta el
Mogote de los Suicidas, entre una y dos horas para la vía y dos horillas para la
vuelta a Cantocochino.
Material: friends, alguna cinta para
lacear setas y fisureros pequeños para progresar por los buriles del artificial
o, mejor, varias chapas recuperables. Estribos. Casco. En el primer largo hay
cinco parabolts. Se puede completar la protección con friends y alguna cinta
laceada en el tramo de setas. En el segundo largo se progresa por cinco buriles
cochambrosos. Con una cuerda de sesenta metros se puede hacer la vía y
descender desde la cumbre por el rapel instalado en la cara norte.
Más información:
- Guía de Escalada de La Pedriza, de J. Ignacio Luján y David A. Zapata, págs. 579-582. Editorial Barrabés.
- Escaladas en el Sistema Central, de Tino Núñez, pags. 76-77. Desnivel Ediciones.
- Escalada en La Pedriza, de Darío Rodríguez y José Ignacio Luján, pags. 238-239. Ediciones Desnivel. Una de las primeras guías de escalada de La Pedriza, editada por primera vez en junio de 1992, en la actualidad no es nada fácil conseguirla. Contiene datos muy interesantes para cualquier interesado en la historia de La Pedriza.
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