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INTENTO CRESTA SALENQUES-TEMPESTADES AL ANETO

Suele decirse que la ascensión al Aneto (3.404 m.) por la cresta de Salenques-Tempestades es la forma más elegante de alcanzar la cima más alta de los Pirineos. Desde luego es la más larga, se desarrolla en terreno totalmente alpino y exige además tramos de escalada por encima de los tres mil metros. Todo ello unido a una aproximación exigente y las frecuentes tormentas atraídas por sus escarpadas agujas, aconseja acometer esta ascensión en buena forma, con anticiclón asegurado, una correcta planificación y muchas ganas.

Es la tercera vez que me propongo hacer esta ruta. La primera fue en junio de 2004, con Luis Sebastián. La previsión meteorológica era estupenda y lo planteamos con mochilón y todo el equipo de vivac. La idea era hacer la aproximación y dormir lo más cerca posible de la cresta para hacerla del tirón al día siguiente, pero el calor y el cansancio cuando llegamos al Collado de Salenques cargados como mulas nos aconsejaron darnos media vuelta y dejarlo para mejor ocasión.

La segunda vez fue a finales de septiembre de 2005, esta vez con Pablo Renedo. A Pablo no le gana nadie planificando una actividad y lo llevábamos todo medido para, con el peso estrictamente necesario, hacer la cresta durmiendo a lo largo de la misma sin penalizar el confort, bien preparados para el vivac. La previsión meteorológica no era mala pero cuando llegamos a la primera de las Torres de Salenques, inicio del tramo más difícil de toda la cresta, nos sorprendió una tormenta descargando una buena carga de granizo que lo dejó todo mojado. Además, ya habían caído los primeros copos de la temporada, y habíamos encontrado algunos pasos delicados en este primer tramo de la cresta con pequeños neveros, que normalmente no lo son. Aunque lo mejor hubiera sido retroceder sobre nuestros pasos y volver por el Collado de Salenques, el temor a estos pasos delicados, que ahora estarían mojados hizo que optáramos por hacer un par de rápeles de fortuna hacia el Valle de Llosàs, al sur. Como llevábamos cuerdas largas en dos rápeles estábamos abajo pero teníamos que volver hacia el Collado de Salenques subirlo por esta vertiente y bajar por la misma ruta de subida. La cuestión es que entre el cansancio y lo escarpado que nos parecía todo el terreno bajamos por el valle sin saber muy bien a dónde nos llevaría. Después de una bajada interminable entre miles de bloques y un bosque de hayas muy bonito al final, llegamos a una carretera que resultó ser la N-230, en un punto intermedio entre las poblaciones de Aneto y Vielha, a 70 kilómetros de nuestro vehículo y punto de partida.

Esta vez vamos Luis González y Pablo Parrón, y elegimos el fin de semana del 8 al 9 de agosto de 2009. Han pasado cuatro años desde la última vez que estuve aquí y para Luis es la primera. En todo este tiempo no creo que haya mejorado mucho mi nivel de escalada, bastante básico, pero sin duda he mejorado notablemente la resistencia física. A Luis le he conocido este invierno y ya se bien que no puedo ir con él a cualquier parte porque escala bastante más, pero para esto la cordada es ideal.

Salimos de Madrid el viernes 7 de agosto a las 18,00 h. y llegamos a Benasque sobre las 24,00 h. Dormimos bajo los techos del edificio que hay a la entrada del Camping Municipal de Benasque, al comienzo de la pista que lleva al Valle de Coronas y a las 5,00 h, suena el despertador. Bastante rápido recogemos y subimos con el coche hasta el aparcamiento que hay en la valla que corta el paso al vehículo particular hasta el Hospital de Benasque. Desde este punto, en los meses de verano, el Ayuntamiento de Benasque cierra el paso al tráfico rodado y habilita un autobús que sube y baja hasta la Besurta cada media hora desde antes del amanecer. Llegamos justitos para subir al autobús de las 5,30 h. y aprovechamos los quince minutos de trayecto para desayunar.

A las 5,50 h. salimos hacia la Cresta de Salenques. Desde la Besurta hay que seguir las señales hacia la Renclusa y el Forau de Aigualluts. Cuando el camino hacia el refugio se desvía a la derecha, nosotros seguimos recto hasta el Forau de Aigualluts (cartel indicador). Tras el Forau sigue la pradera del Plan de Aigualluts. Se avanza por el lado izquierdo hasta casi el final, donde otro cartel indicador señala la dirección hacia el Valle de Barrancs. El camino remonta el río por el margen derecho y se pone más pendiente. Poco antes de llegar al Ibón de Barrancs es mejor remontar un vallecito paralelo a la derecha que nos lleva a la Colladeta de Barrancs (2.480 m.), evitando así pasar por el mismo ibón, plagado de enormes bloques a lo largo de toda la orilla que hacen el avance bastante más penoso.


Desde la colladeta ya es bien visible toda la cresta y no hay más que seguir entre bloques y hitos en dirección al Collado de Salenques. A diferencia de los otros intentos ahora optamos por subir directamente hacia la Forca de Estasen, primer tres mil de la cresta, a la derecha del collado, por una especie de nervio en diagonal hacia la derecha que atraviesa un pequeño nevero y nos lleva al filo de la cresta. Aunque al final hay que utilizar las manos y el terreno se viene abajo a cada paso, es mucho más cómodo que la subida por el Collado de Salenques, que ya conozco, aún más descompuesto y empinado.

Esta vez el planteamiento ha sido ligero, vamos con lo justo para hacer la cresta en el día y volver hasta abajo. Nada de saco, ni funda de vivac ni comodidades de ninguna clase. El material de escalada que hemos considerado necesario, algo de comida y abrigo (poco), y dos litros de agua cada uno. Yo llevo los pies de gato, por si acaso, pero Luis ni se lo ha planteado. La previsión meteorológica no es nada halagüeña pero con lo que nos ha costado ponerle fecha a esta aventurilla y el calor que hace en Madrid tenemos claro que es mejor pegarnos el viaje y, a las malas, tener que volvernos habiendo dado un  simple paseo por la zona, que bien vale la pena, que quedarnos en casa. Además, no sería la primera vez que con mala previsión luego hemos tenido un día de montaña estupendo. Aunque normalmente hasta el inicio de la cresta tardaremos cuatro horas, al ir ligeros tardamos poco más de tres. Las nubes cubren el cielo y andando no hace nada de frío. En la Forca de Estasen nos ponemos arnés y casco y comenzamos a cabalgar hacia el Aneto. A pesar del mal tiempo anunciado las nubes han descendido y luce el sol en un espléndido cielo azul. Un mar de nubes de foto cubre a nuestros pies todo el Valle de Barrancs y pensamos que tenemos tiempo suficiente para hacer la cresta antes del atardecer, cuando las tormentas son más frecuentes en el Pirineo.

La primera parte de la cresta no ofrece ninguna dificultad especial y el camino se deja encontrar con relativa facilidad. En caso de duda, siempre por la vertiente de Barrancs. Atravesamos un pasamanos de unos treinta metros con parabolts nuevecitos que no recuerdo en los intentos anteriores. Ahora no hace falta ni tocarlo pero con algo de nieve en la cresta seguro que se agradece echarle el guante. En poco menos de media hora llegamos a la primera Torre de Salenques (IV), donde sacamos la cuerda. Unas fisuras claras con tendencia hacia la derecha, valle de Barrancs, parecen fáciles y por ganar tiempo no me pongo los pies de gato. Con algún friend y alguna cinta para bloques se puede proteger fácilmente y en unos 20 metros llegamos a una brecha con dos clavos y cintas viejas para montar reunión. No hace falta llegar hasta la cima de la torre y en la brecha veremos el paso conocido como la Pajarita de Papel, un agujero formado por roca con esta forma (con algo de imaginación) por el que no es obligado pasar. A continuación tenemos la característica Torre de Salenques, que no se escala  y se supera con un rodeo en travesía por su parte derecha. Sin ser difícil, la travesía es impresionante por el patio que presenta y con las botas tiene su gracia (IV+). Al final de la travesía una evidente canal (III+) sube ligeramente a la izquierda hasta la base del Primer Resalte de Salenques, una pared vertical de unos 40 metros que se puede escalar en uno o dos largos. Hay que tener cuidado en no pasarse la canal, alargando la travesía más de lo debido, de lo que no nos percatamos con lo que nos metemos en el primer embarque. Luis estira la travesía hasta rodear también el Primer Resalte de Salenques y llega a una canal que sale a la izquierda con un aspecto bastante imponente. Un microfriend empotrado y algunas citas dan fe de más embarques en este punto en lo que parecen probables rápeles de abandono. Aunque Luis llega a intentar subir por la canal enseguida ve la dificultad, más con las botas, y lo expuesto del terreno, que además desploma progresivamente, y regresa a la reunión que hemos montado. Pasa a asegurarme él a mí y retrocedo la parte final de la travesía con un paso muy expuesto para alcanzar la canal correcta. Le aseguro hasta mí y subimos rápidamente por la canal unos treinta metros hasta la base del Primer Resalte de Salenques. Nunca se puede descartar un embarque en este terreno y de momento se puede decir que seguimos disfrutando mucho de la escalada.


Luis comienza a escalarlo (IV+) por una fisura evidente con buenos agarres un poco a la izquierda, justo por el filo de la cresta. En unos 15 metros se llega a una plataforma en la que es posible montar reunión o continuar los 20 metros que faltan hasta la cima. Decide montar reunión y me asegura mientras subo y voy retirando el friend y la cinta del único clavo que ha usado para proteger el largo. En cuanto llego a Luis veo como está mirando la espesa niebla que de repente viene del Valle de Llosàs.

El segundo largo lo hago recto, por tres clavos muy juntos justo por encima de la reunión que protegen al paso más comprometido (V+), que no dudo en acerar sin miramientos un poco nervioso por la niebla que se está metiendo rápidamente. Se trata de un pequeño desplome que da paso a terreno más sencillo hasta la cima del resalte donde monto reunión en un bloque. La niebla se ha metido definitivamente, pero pienso que ya hemos superado la parte más difícil y sonrío pensando que por fin voy a hacer esta cresta que tanto se me está resistiendo. Además, a pesar de nuestro embarque, todavía no es la una del mediodía y, en teoría, la parte de la cresta que nos queda no debería llevarnos más tiempo del que hemos tardado hasta aquí desde la Forca de Estasen, unas tres horas con lo que se cumpliría nuestro horario de estar de bajada, por camino que ya conocemos bien, sobre las cuatro, antes del horario en que son más frecuentes las tormentas. Recupero a Luis, que sube muy rápido y también acera en los clavos del paso clave. En cuanto llega guardamos la cuerda y seguimos, metidos en una espesa niebla mientras escuchamos no muy lejos algunos truenos con sus correspondientes relámpagos surcando líneas de luz entre las nubes oscuras.


Desde la cima del Primer Resalte de Salenques hay que destrepar por terreno delicado (III+) unos quince o veinte metros. Una cinta en un bloque invita a rapelar pero, otra vez por ganar tiempo, destrepamos con cuidado. En teoría, desde aquí la cuerda ya no es necesaria, pero como siempre dependerá de la destreza que tengamos en este terreno. Al pie del destrepe vemos dos parabolts nuevecitos con una cinta para hacer otro posible rapel, suponemos que para abandonar la cresta. Pero el camino sigue remontando otra vez hacia el filo de la cresta por unas placas fisuradas de similar dificultad (III+) y longitud que el destrepe, unos quince o veinte metros. Cuando llegamos al filo la niebla no deja ver más allá de diez metros y perdemos toda referencia sobre el camino correcto. En vez de tomar la dirección acertada, que sería por la izquierda, por el valle de Llosàs, donde al parecer no hay más que seguir los hitos por terreno fácil incluso con alguna traza de sendero sin volver al filo de la cresta hasta la cima del Margalida, seguimos la cresta por la derecha, por el Valle de Barrancs por donde parece más evidente. Unos cuantos metros de descenso e iniciamos una sucesión de diedros que no nos parece “relativamente fácil”, como indica la reseña. Vamos sin encordar y en algún momento la exposición es considerable con algún paso de III+/IV, pero pasamos un clavo y un envoltorio de una barrita de cereales que parecen indicarnos el buen camino. Al final de los diedros, algunos bloques y estamos otra vez en el filo de la cresta pero parece imposible continuar. No vemos nada a más de 10 metros y desde el punto en que estamos asomamos la cabeza en todas las direcciones imaginables sin ver ningún paso factible.


Es evidente que estamos otra vez embarcados y los truenos que venimos oyendo desde hace rato ya están casi encima. La punta metálica del bastón que llevamos en la mochila y el material de escalada que todavía pende de nuestro arnés empieza a generar un leve silbido generado por la carga eléctrica que se percibe en el ambiente. No sé si será mi imaginación pero veo la misma cara de preocupación en el rostro de Luis y empezamos a angustiarnos. Estamos perdidos en medio de una gran cresta en un punto muy expuesto a los rayos y sin posibilidad de continuar sin hacer algún rapel hacia no sabemos dónde o montar algún tipo de tinglado. Ni falta decir que no hemos visto a nadie desde que salimos de la Besurta y debemos ser los únicos pardillos que hemos venido aquí con una predicción meteorológica tan poco favorable.

Es difícil asumir la decisión de tener que retirarse cuando es la tercera vez que te pegas la paliza de aproximación hasta el Collado de Salenques pero la situación convierte esta decisión en bastante sencilla, a falta de otras. Enseguida llegamos a la conclusión de que lo mejor es volver sobre nuestros pasos, rapelar por la misma ruta de subida las Torres de Salenques y bajar de la cresta por la Forca de Estasen o el Collado de Salenques, y ya habrá oportunidad de volver más adelante. No obstante, se plantea el problema del delicado descenso por los diedros que hemos subido. No sabemos bien cómo pero vamos retrocediendo poco a poco aunque no es exactamente el mismo recorrido. Resulta más sencillo, aunque siempre por terreno descompuesto del que exige toda la atención, hasta que llegamos a las cercanías del Primer Resalte de Salenques. Una placa de unos 25 metros nos separa de la cima donde podríamos montar el rapel en el mismo punto en el que montamos la reunión al escalarlo. Como es muy expuesta y la caída por necesidad mortal, Luis decide hacer un flanqueo hacia la izquierda por una panza de la pared que oculta el otro lado. Cuando le veo pasar con las botas por pequeños agarres con el vacio por debajo se me ponen los pelos de punta y más cuando me dice que lo que ve al otro lado es un diedro que no parece nada fácil como única salida hacia la cresta.

Luis lleva la cuerda en la mochila y ni se me hubiera ocurrido pedirle que volviera a pasar la panza para volver hasta mí, ni me veo capaz de pasar al otro lado. Otra vez la decisión es sencilla por falta de otra posibilidad y decido subir por la placa. Las suelas de las botas de cuero duras Kamet Enduro que llevo responden a la perfección y voy superando la placa entre abombamientos y agarres mientras cada treinta segundos oigo a Luis preguntarme, sin poder verle pero sólo unos quince metros a mi izquierda, que cómo voy y yo le pregunto lo mismo a él. Parece que escuchar al compañero aporta cierta tranquilidad, a falta de cuerda y conocimiento del terreno por el que nos movemos. Los truenos ya están encima y cuando todavía me faltan unos diez metros de placa empieza a granizar mojándolo todo rápidamente. En este momento ya no estoy disfrutando de la escalada y sólo el deseo de disfrutar de las experiencias que da la vida, evita que la mente se me embote y el miedo me bloquee en esta mierda de cresta. Cuando oigo a Luis gritarme que ha conseguido llegar arriba y ha localizado un rápel que podría ser nuestra salvación, tardo poco en llegar también arriba y verle de espaldas con su forro rojo chillón afanándose en montar el rápel, que refuerza con una de sus cintas. Cuando me ve sé que suspira igual que yo, pero sin hablar me muestra un hoyo que permite rapelar a una especie de cueva protegida parcialmente de la lluvia, que ahora cae fuerte con truenos intermitentes y a veces muy seguidos.

Rapela él primero y luego le sigo mientras me grita que ha encontrado otra instalación, un clavo con un cordino que no presenta el mejor aspecto del mundo. Esperamos unos minutos a que amaine la tormenta pero como la cosa sólo parece que puede ir a peor decidimos seguir bajando. El clavo no está introducido completamente en la grieta y veo como chiclea la cabeza mientras baja Luis. Luego bajo yo, también con cuidado, y recuperamos la cuerda sin problemas. Unos quince metros por debajo vemos un hito grande que no nos explicamos qué indica. Se puede destrepar por una especie de caminito, lo que en esta situación da una alegría considerable, hasta el hito y vemos que está en una repisa desde la que se ven varias instalaciones de viejos rápeles con clavos y bloques. Parece que aquí hemos confluido muchos en distintas retiradas y optamos por la instalación que nos parece más segura. En cuanto Luis desciende los primeros metros ve claramente que con los 25 metros de cuerda que tenemos llegamos definitivamente al suelo. Siento un gran placer cuando le oigo decirlo y empiezo a pensar que la próxima vez todo será más fácil porque ya casi me conozco esto como la palma de mi…, ¡pero qué leñe, debo estar enfermo!


Aunque menos, sigue lloviendo y tronando, pero ya no nos importa tanto y sabemos que no tenemos más que retroceder hasta el Collado de Salenques para volver al Valle de Barrancs y luego hasta la Besurta, coger el autobús hasta el Hospital de Benasque y dormir plácidamente en los sacos que tenemos en el coche. Por cierto, encontramos una cuerda abandonada al pié de los rápeles, bastante deteriorada por las inclemencias del tiempo, que allí dejamos.

Pero la realidad va a ser bien distinta. Entre la niebla, la lluvia y el escarpado terreno que constituye el Valle de Llosàs nos resulta complicado encontrar el camino correcto para volver al paso del Collado de Salenques y tras una buena caminata llegamos a la conclusión de que nos hemos perdido. Después de haber pensado en varias ocasiones que ya veíamos el paso, alegría a la que seguía la decepción de descubrir el error, estamos al borde del agotamiento. La opción de un vivac a 2.000 metros, sin saco ni esterilla, prácticamente con lo puesto, al raso y lloviendo, no nos atrae lo más mínimo pero cuando vemos una nueva bajada y subida para llegar a lo que, por enésima vez, pensamos que es el collado la realidad se impone. Si seguimos y resulta que nos hemos vuelto a equivocar estaremos muy cansados, a más altura y sin posibilidad ya de continuar. Los calambres en las piernas ya han avisado y cuando todavía estamos dándole vueltas al tema, al fondo del valle aparece una edificación que tiene toda la pinta de ser un buen refugio. Es todo un alivio y en cuestión de segundos me veo tomando una buena cena y un refresco comentando con Luis la jugada, a lo que seguirá un merecido descanso entre las mantas del acogedor refugio.

La decisión es rápida y ahora se impone buscar el mejor modo de destrepar una sucesión de cortados y los aproximadamente trescientos metros de desnivel que nos separan de lo que en este momento nos parece la civilización. Tras una primera parte en la que fácilmente vamos encontrando canales y terrazas de hierba y grandes bloques que nos permiten descender llegamos al último cortado. Primero hacia la derecha, imposible, y luego hacia la izquierda, tampoco. Miramos por todas partes y llego a pensar que vamos a tener que hacer un rápel delicado entre chorreras de agua que con la lluvia de todo el día, sigue sin parar aunque ya es muy suave, son auténticas cascadas, cuando Luis me llama y señala un pequeño resalte de hierba a unos cincuenta metros. Nos acercamos y aparece una empinada canal de rocas chorreantes y hierba, una auténtica pista de patinaje en la que caerse supondría un serio incidente. Pero parece posible destrepar y después ya es evidente el terreno llano en el que está literalmente anclado el refugio. Nos parece ver luz pero resulta preocupante no ver a nadie en la puerta ni en los alrededores. Es imposible que en un refugio de ese tamaño y en un entorno tan bello, no haya nadie en los alrededores o charlando en la puerta disfrutando de la puesta del sol. Son casi las ocho y ya llevamos más de catorce horas sin parar. Bueno, si no hay nadie no importa, no habrá cena como dios manda pero llevamos alguna cosilla para picar y dormiremos bajo techo para levantarnos como nuevos.

Poco a poco vamos destrepando, con especial cuidado de evitar resbalones, y llegamos al llano sin mayores complicaciones. Mientras nos acercamos al refugio no hablamos. Se trata de una edificación cuyo suelo está elevado poco más de un metro sobre finos pilares clavados en una gran roca relativamente plana. Un gran techo negro inclinado a ambos lados del refugio llega hasta muy abajo cubriendo todo el edificio. Bajo el suelo, un gran charco formado por la lluvia centellea como un espejo con los últimos rayos del sol. Era la luz que nos había parecido ver en el refugio. El disgusto que nos llevamos al llegar a la puerta prefiero no describirlo para ahorrarme el recuerdo. La puerta está cerrada a cal y canto y, al igual que en todas las ventanas, una gran plancha de metal está atornillada formando un auténtico búnker. Por no haber no hay ni manilla, ni siquiera cerradura alguna que permita adivinar cómo podrá entrar siquiera el desalmado que ha puesto esta trampa en la montaña. Unas semanas más tarde, investigando un poquito por la red, supe que se trata de un refugio privado para cazadores, que por cierto, viene señalado en el mapa de la Editorial Alpina.

Refugio para cazadores, cerrado a cal y canto...

Sin prejuzgar la idoneidad de situar una propiedad privada en un entorno de alta montaña, parece lamentable que el Gobierno de Aragón, como cualquier Administración que actúe de manera similar en cualquier región, no se preocupe por adecuar directamente o bien instar al propietario de una casa en una ubicación semejante a adecuar un pequeño espacio cerrado (no hacen falta más que cuatro paredes y un techo), como sucede en la mayoría de grandes refugios en los que, por seguridad y un elemental deber de socorro, se habilita una parte libre cuando el refugio permanece cerrado. O si no, que coloquen un luminoso con una calavera bien grande en el techo del presunto refugio para que nadie se juegue la vida intentando llegar a lo que, en muchas situaciones, no puede parecer más que lo que nos pareció, la salvación en una situación delicada. Es como colocar a un niño hiperactivo, atiborrado de anfetaminas y disfrazado de superman en la azotea de un edificio después de haber visto tres veces seguidas toda la serie de películas de su héroe favorito...

Tras disfrutar del derecho al pataleo no queda otra que ir pensando en la mejor forma de organizarnos para pasar una noche poco prometedora. En la parte más plana de la gran roca sobre la que se alza el suelo del refugio un murito de piedra de escasos cuarenta centímetros de alto, vestigio de algún otro desdichado que ha pasado aquí la noche, forma un pequeño parapeto contra el viento, en la única zona en la que no hay charcos. Mientras voy sacando la poca ropa de abrigo que llevamos entre los dos, Luis da una vuelta antes de que anochezca del todo en busca de algún camino, señal o algo que nos indique dónde estamos.

Luis vuelve sin haber encontrado nada, cuando ya es casi de noche, y tomamos unos croissants y algo de leche condensada. Metemos medio cuerpo en las mochilas vacías y nos acurrucamos espalda con espalda tapados por una ligera manta térmica que al cabo de unas horas de dar vueltas se raja en varios trozos. Es difícil pegar ojo encima de una piedra húmeda, con los pies mojados y el cielo iluminándose intermitentemente con los resplandores de rayos que truenan a los pocos segundos. Aunque la temperatura no creo que bajase de los 5 o 6 grados nos pegamos unas buenas tiritonas y las diez horas que estamos intentado dormir se hacen eternas.

Con los primeros rayos, sobre las 7 de la mañana, empezamos a recoger mientras intentamos desentumecernos y observamos el cielo completamente nublado que nos depara el nuevo día. Al menos no llueve y acordamos tratar de alcanzar un collado que creemos debería ser el Collado de Salenques, para volver al coche, y en caso de volver a equivocarnos, descender por el escarpado valle que baja hacia no sabemos dónde.

Al llegar al supuesto Collado de Salenques, una nueva muralla a lo lejos franquea el paso al Valle de Barrancs. Desesperados, y como la cosa no está nada clara, asumimos definitivamente que estamos perdidos y comenzamos a bajar por el valle que muy probablemente lleve a alguna población.  Algunos hitos marcan el tortuoso camino que entre bloques cruza varias veces un barranco y nos obliga a descalzarnos para atravesarlo en una ocasión. Según perdemos altura empiezan a aparecer algunos árboles y surge un sendero que desciende por un precioso bosque plagado de frutos silvestres, moras, arándanos… Tras casi tres horas de bajada el camino desemboca en un pantano por el que pasa una carretera y vemos a las primeras personas desde que subimos por Aigualluts. Han parado para ver el pantano y nos confirman la dirección hacia Benasque. Estamos en Lérida, a unos quince kilómetros de Vilaller, y unos sesenta de Benasque. Se impone hacer autostop y no tarda en recogernos un simpático catalán que resulta ser monitor de esquí de Baqueira Beret. Viaja con su hijo Jaume de siete años y tenemos una animada conversación montañera hasta que nos deja en el cruce hacia Benasque que está pasado Vilaller.


En el cruce estamos una media hora sin que haya suerte y, a pesar del cansancio, preferimos andar unos dos kilómetros hasta un camping en el que probablemente alguien salga para Benasque y donde pensamos comer algo. El camping resulta ser excelente y en el propio cruce un joven con una Mercedes Vito se ofrece para llevarnos hasta Benasque si seguimos en el cruce en lo que come con un amigo. Resulta grato comprobar que aun existen personas que desinteresadamente hacen un favor a otras en un mundo que lleva otra deriva. En lo que esperamos para un chaval que viene de hacer la Carros del Foc él solito, sin ayuda de refugios, y con un mochilón de impresión. Viaja en un Ford Fiesta rojo y se dirige hacia Benasque. Está encantado de llevarnos y volvemos a charlar animadamente con otro loco de las montañas. Se llama José y resulta ser un buen escalador muy aficionado a las competiciones. Después de contarnos mutuamente unas cuantas batallitas llegamos a Benasque y José se ofrece a acercarnos hasta el Hospital de Benasque, donde tenemos el coche. Desde luego, le estamos tremendamente agradecidos y le dejamos los tickets de bajada del autobús de la Besurta, que no hemos tenido que utilizar. El quizá pueda aprovecharlos porque se va a quedar unos días por Benasque. Como no podía ser menos le invitamos a unas cañas y nos despedimos. Nos queda el viaje de vuelta a Madrid, que realizamos satisfechos de la actividad realizada y analizando los errores cometidos, con la cabeza buscando otro fin de semana o puente en el que podremos volver a intentarlo.

Datos prácticos:

¿Cómo llegar a Benasque?

Desde Madrid por la Nacional II hasta Zaragoza y luego desvíos sucesivos hasta Huesca, Barbastro, Graus y, por fin, Benasque. Desde Benasque continuar la carretera recto dejando a la derecha el desvío a las pistas de esquí de Cerler y tomando más adelante el desvío hacia el Hospital de Benasque. Si la pista está abierta, normalmente a final de temporada, se puede seguir hasta la Besurta. En total, unos 550 kilómetros y entre seis y siete horas de viaje.

Dificultad: En principio no hay pasos superiores a IV, pero los embarques son fáciles.

Longitud: Aproximadamente dos kilómetros y medio de cresta.

Horarios:

- Nos levantamos a las 5,00  h y a las 5,30 h. autobus.
- Empezamos a andar a las 5,50 h. y llegamos a la Forca de Estasen a las 9,15 h.
- A las 14,00 h. tormenta y nos bajamos.
- Llegamos al vivac a las 20,00 h.
- Salimos a las 8,00 h. y llegamos a la carretera a las 13,00 h.
- Salimos con el coche para Madrid a las 17,00 h.

Material: en principio, estando acostumbrado a este tipo de terreno, basta con un par de friends medianos-grandes o fisureros, 3 o 4 cintas para bloques y otras 3 o 4 cintas express. En la práctica hay que contar con la necesidad de una retirada y lo que ello implica. Quizá encontremos rápeles montados, que en todo caso habrá que reforzar o cambiar cintas, o quizá no. Nosotros llevamos lo siguiente, y fue suficiente para un buen fregao: cinco friends de diversos tamaños y tres fisureros medianos-grandes, cuatro cintas express largas, seis cintas largas para bloques. Casco. Cuerda de 50 metros (llevamos una de 50 m. y 9 mm.). Crampones para la bajada por el Glaciar del Aneto. Bastón. La decisión sobre los pies de gato es muy personal. Si se escala normalmente V grado seguro que no los necesitaremos. Yo los llevaba en la mochila y luego no los utilicé. Luis directamente no llevaba. En todo caso, cada cual sabrá valorar la relación peso-seguridad-disfrute que más le convenga.

Más información:

- Desnivel nº 131, agosto 1997. Pág. 84.
- Desnivel nº 211, mayo 2004. Pág. 72.

4 comentarios :

  1. A ver, con todo el respeto, eso refugio que comentas no es una propiedad privada dentro de un monte público, es una propiedad privada dentro de esa montaña que también es privada, decenas y decenas de hectáreas privadas.

    Ese refugio permaneció abierto muchos años y se destrozaba cada año, luego se cerró de forma "normal" y se seguía destrozando cada año. Al final no quedó mas remedio que fortificarlo, dale las gracias muchos excursionistas.

    Es importante antes de hablar saber las cosas, pasearse por una finca privada, donde no te ponen ninguna limitación para ello, y encima criticar sin saber los miles de euros gastados en esa casilla antes de decidir cerrarla a cal y canto, me parece una falta de respeto importante.

    Dirige tus iras a la mala planificación de la salida, a los designios del monte o a la editorial alpina, gracias.

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    1. Aceptamos encantados cualquier comentario que sea útil al lector, aunque no lo compartamos. Lo que no aceptamos son comentarios anónimos. Si deseas identificarte el comentario permanecerá íntegro, de lo contrario será eliminado en el plazo de 24 horas.

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    2. Entonces igual sería interesante quitar la opción de enviarlo como anónimo, lo digo por coherencia, que veo que brilla por su ausencia.

      De todos modos mientras el mensaje lo haya leído el autor del artículo ya lo podéis quitar.

      Gracias y perdón por participar con una de las opciones desplegables en la opción de Responder Como: Anonimo.

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    3. Varias puntualizaciones. En primer lugar, la opción de enviar comentarios como anónimo es consecuencia de las plantillas de programación de blogger que un usuario no puede modificar y el no publicar comentarios anónimos es una opción que elige el autor de la página para evitar a personas que se ocultan en el anonimato de la web para injuriar, insultar y otras lindezas propias de ciertos sectores de la raza humana. No es el caso de tu comentario, sin embargo al sarcasmo con que se escribe sí me permito responder con igual proporción de sátira, como hace cualquier persona que actúa con "coherencia" que brilla por su presencia.

      En segundo lugar, si demando ausencia de anonimato es porque en el comentario que usted publica parece querer acusar al autor de no informarse sobre aquello que escribe por decir que "eso (sic.) refugio que comentas no es una propiedad privada dentro de un monte público", cuando en ningún momento se dice eso en el artículo, más bien lo contrario al hablar de "una propiedad privada en un entorno de alta montaña".

      En tercer lugar, el autor del comentario anónimo, no se si quizas el propietario de la construcción o cazador con derecho a utilizarla, parece vanagloriarse de la bondad de permitir al público en general "pasearse por una finca privada, donde no te ponen ninguna limitación..." mostrando un profundo desconocimiento de las servidumbres legales a que está sometida una finca privada enclavada en un espacio natural protegido, lo que es especialmente grave por la trascendencia de las erróneas decisiones que puede tomar por puro desconocimiento.

      En cuarto lugar, aconseja el anónimo que el autor del artículo dirija sus iras "a la mala planificación de la salida, a los designios del monte o a la editorial alpina" dejando clara una total despreocupación por la seguridad de las personas en un concepto rancio de la propiedad privada poco acorde con la función social que para la misma demanda la Constitución Española. Es una pena que de "los miles de euros gastados en esa casilla" no se haya dedicado ninguno a dejar abiertas cuatro paredes con una puerta (probablemente lo más solidario y además lo más conveniente a los intereses del propietario, cuyo derecho a cerrar a cal y canto su propiedad nadie discute) o a escribir una carta a la Editorial Alpina para que corrija su cartografía (luego lo hará o no pero la responsabilidad del propietario estará a buen recaudo).

      Por último, entiendo que el autor del artículo en ningún momento ha cometido una "falta de respeto importante" contra nadie. Simplemente ha expresado una opinión razonable, y además acorde con las leyes, sobre las obligaciones morales, y no solamente, del titular de una propiedad privada en un entorno muy particular, y su opinión en el sentido de que la Administración Pública debería ejercer sus competencias en defensa del interés público y de la seguridad de las personas. Ya decía en el artículo que no quería "prejuzgar la idoneidad de situar una propiedad privada en un entorno de alta montaña" pero si un comentario anónimo, y en mi opinión desafortunado, me obliga cojo el toro por los cuernos...

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